Boris Yeltsin

01.07.2010 00:28

Nacido en el seno de una familia campesina afectada por la represión estalinista, Yeltsin protagonizó cinco hitos en su país. El primero fue la gran ruptura en el equipo reformista que pretendía instaurar un socialismo con rostro humano en la URSS. Tuvo lugar en noviembre de 1987, cuando […] durante el festejo del setenta aniversario de la revolución bolchevique, arremetió contra el líder soviético y denunció a los conservadores. De

esta forma, el hombre llegado de los Urales se convirtió en la alternativa radical de la perestroika («reestructuración»).

Con el apoyo masivo de sus conciudadanos, Yeltsin fue elegido diputado, y después jefe del Parlamento ruso en 1990 y presidente de Rusia en 1991. Abandonó el partido comunista en 1990 y se alió con las repúblicas independentistas en contra del Kremlin. Propició así una transferencia de poder desde las instituciones centrales, que resultó fatal para estas.

El segundo hito fue su determinación ante el grupo de conjurados que intentaron un golpe de Estado en agosto de 1991 para frenar la desintegración de la URSS. La imagen de Yeltsin subido a un tanque fue el momento estelar de ese hombre que en aquel agosto tuvo en sus manos el destino de la URSS. Cuando Gorbachov volvió de Crimea, donde había permanecido durante el golpe, todo había cambiado […]. En las Navidades, tras recibir el maletín nuclear de Gorbachov, Yeltsin se convirtió en el líder de una Rusia que quería ser democrática.

En 1992 los rusos sufrieron los brutales efectos de una reforma económica que liberalizó los precios, disparó la inflación y redujo a cenizas los ahorros de los sectores que hubieran podido formar la clase media. Las privaciones de la «terapia de choque» están en los orígenes del siguiente punto de inflexión: la resolución a cañonazos por parte de Yeltsin, en otoño de 1993, del conflicto con el Parlamento, que se oponía a las reformas radicales.

Las dolorosas reformas y el carácter imprevisible de Yeltsin hicieron caer en picado su popularidad […]. En 1994, personajes próximos al presidente le convencieron de que podía recuperar el apoyo de cara a las elecciones legislativas del año siguiente con una guerra relámpago para someter a Chechenia, región que gozaba de independencia desde 1991. Esto provocó un sangriento conflicto cuyas secuelas aún duran.

La popularidad de Yeltsin jamás se recuperó, pero los grupos económicos que habían prosperado gracias a las privatizaciones querían impedir que los comunistas ganaran las elecciones presidenciales en 1996. A cambio de financiar la campaña del presidente, los oligarcas se hicieron con las más rentables empresas rusas. En 1998, el Estado se declaró en bancarrota cuando no pudo pagar las obligaciones contraídas y el rublo se desplomó. La apuesta por Putin fue consecuencia del callejón sin salida en el que Yeltsin había metido al país.

El secreto mejor guardado de Rusia son los detalles sobre cómo pudo Yeltsin confiar su sucesión a un funcionario del KGB, después de haber sido tan belicoso contra esta institución cuando aspiraba al poder. Una de las explicaciones subyace en las garantías dadas por Putin de no llevar nunca a los tribunales a Yeltsin o a su familia.

Pilar BONET

El País, 24 de abril de 2007 (Adaptación)